Los Silencios del Viento (Relatos)

REENCUENTRO ENTRE BRUMAS

Amanece un día espléndido , pero Asiye no consiguió conciliar el sueño, la costó mucho que Morfeo la visitara, y cuando lo hizo no dejaba de huir, saltando fuera y dentro de su cama.
Se desperezó de un salto al darse cuenta que tenía muchas cosas que hacer para tratar de parecerse lo más posible a aquella mujer que era unos años antes, se dio una ducha rápida y se envolvió en una toalla, puso en el fuego la cafetera para hacerse  un café mientras se maquillaba, no demasiado, en la playa no hubiera quedado bien, lo justo para disimular un poco el paso del tiempo y dar luminosidad a  su rostro, la media melena húmeda quedaría natural, se metió en unos pantalones cortos y decidió no ponerse camiseta, llevaría la parte superior del bikini, a esas horas de la mañana  ya calentaba mucho el sol. .
 Los nervios no la dejaban concentrarse prefería salir con tiempo para ir tranquila y ya casi era la hora, cogió la mochila y salió del apartamento, se dirigió andando con paso enérgico, sin ser demasiado rápido hacia las dunas que la llevaban hacia la  playa, no sin pensar cuánto tiempo había pasado desde que no sentía ese nudo en el estómago agradable y tenso a la vez, tenía una cita con un sueño que durante gran parte de su vida exactamente  44 años hacia que lo llevaba de compañero en las alforjas.
Habían pasado 22  desde la última vez, durante ese tiempo había soñado mucho como y donde sería el próximo  encuentro, ahora tenía que prepararse para que fuera lo más fiel a ese sueño que se repetía una noche tras otra.

Habían pasado 22 años pero seguía teniendo en la memoria cada minuto, cada palabra, pero todo se había quedado en eso, minutos, horas, tempo, momentos una vez más. Se habían encontrado por casualidad en una llamada telefónica dirigida a otra persona, después de años desde que acabo su relación y quedaron ilusionados en otra ciudad, en la que Asiye había ido por motivos de trabajo, era lo bastante cercana que no le llevaría  muchas horas llegar, pero lo suficiente lejos para perderse de su vida.
 Al atardecer le esperó en el bar del hotel, bajó antes de la hora, prefería llegar antes que él, se preguntaba si habría cambiado, pero no tardo mucho en comprobarlo, pidió un café y antes de que se lo sirviera el camarero le vio, entraba mirando hacia todos lados, buscándola. Antes de hacerse ver le estuvo mirando sorprendida, donde estaba su largo pelo negro azabache, se había convertido en un plateado corte impoluto. Cuando dejo de pensar ya le tenía delante se saludaron como siempre habían hecho, un suave beso en los labios comiéndose el final del labio inferior, se miraron profundamente y quedaron en buscar un lugar más tranquilo, se dirigieron a un pub que Asiye conocía, ponían música de su época los  60/70, el entorno era ideal para hablar sin tener que forzar la voz, hablaron de todo lo que se les había quedado en el tintero, sin acritud y aclarando muchas situaciones que se  obviaron, se sentían tan felices juntos y sintiendo la misma confianza como si el tiempo no hubiera pasado, hablando abiertamente y con la sinceridad que daba el haber dejado atrás la juventud  llena de vergüenzas de los tiempos de pubertad que  las horas pasaron sin sentir, habían estado hablando 4 horas pero  la noche seguía siendo joven y decidieron comer algo y cambiar de local, dos calles más arriba había una discoteca donde iba con sus compañeras a relajarse de las largas jornadas de trabajo cada vez que iban a esa pequeña ciudad, tenía un aforo reducido, pero era muy cómoda, algo  más íntima y poco concurrida un día entre semana, el nombre de la disco ya era sugerente, “Sixties Years” (Años 60th). Estaba claro la música que iban a escuchar. Allí era más difícil hablar por el tono tan alto de la música, sin hablar decidieron solo sentir las  melodías que les envolvían, llevando el presente al pasado o el pasado al presente,  bailaron como lo habían hecho hacia años, abrazados, sintiéndose, besándose, olvidando todo lo que les rodeaba, solo existían ellos.
Las horas habían pasado irremediablemente, habían llegado a altas horas de la noche y la magia estaba a punto de acabar, fueron caminando despacio, saboreando el ruido sordo de cada adoquín ,  volvieron al hotel, iba feliz, pero de momento la invadió   el pánico del pasado, pasarían la noche juntos, harían el amor hasta quedar exhaustos  y quizá desaparecería de nuevo  de su vida y ella no quería eso, cometió el error una vez más de querer alargar  a una próxima vez, él la miro con ojos de deseo pero respetó su decisión y cada uno se dirigió a su departamento situados en diferentes pisos del hotel, no sin antes quedar para desayunar y más tarde almorzar. Al entrar en su habitación se sentó en la cama con la duda si había hecho bien o no, y en ese momento sonó el teléfono interior del hotel, se quedó mirándole sin saber que hacer, sabia que si lo descolgaba se iría con él, se moría por estar en sus brazos, por el roce de sus manos en su cuerpo desnudo y arrepentida de no haberse ido antes, se decidió a coger el auricular, pero al hacerlo, dejó de sonar. Pasaron mil cosas por su cabeza, era fácil, solo subir un piso y llamar a su puerta, pero con su indecisión entre la pelea de su mente y su corazón se fue desnudando, se puso el camisón sugerente que a última hora había comprado y se tumbó en la cama con lágrimas en los ojos, sabía que por su cobardía lo volvería a perder, al final se quedó dormida.
A la mañana siguiente bajó a desayunar con él, no comentaron nada de la noche anterior y después de un café y un cruasán, se separaron, tenían que trabajar, el tenia que hacer algunos kilómetros para ir a una reunión y justificar el viaje, ella pasó la mañana dando vueltas en un parque, imposible de concentrarse en el trabajo, hasta la hora que habían quedado para el almuerzo. 
Cuando ella llego, él ya estaba en el restaurante esperándola, se sentaron uno frente al otro, había de fondo la misma música que sonaba la noche anterior, cuando estaba en sus brazos, hablaron, se miraron, se sintieron como si siempre hubieran sido cercanos pero el tempo llegaba a su fin, quedaron en llamarse y quedar para otra ocasión, la dio un fuerte beso, dos, tres y subió a su coche, le vio alejarse, y ese fue el final, no hubo un después, Asiye volvió a suspender su asignatura por tantos años pendiente.

Volvió al presente y se aproximó a la terraza del bar, pero no le vio y decidió seguir caminando 50 metros más adelante, había llegado 10 minutos antes de lo previsto y no quería que la viera impaciente esperándolo, se paró a mirar los rayos de sol, casi recién nacidos bañándose en el mar, se sentía plena, pero habían pasado 15 minutos y no quería que él la estuviera mucho tiempo esperando.

Desando los pocos metros y enseguida lo vio, había vuelto a cambiar, la mayor parte de su pelo plateado había desaparecido, y la persona delgada que era se había hecho más corpulenta, pero no había duda allí estaba, de pie mirando a derecha e izquierdas tratando de descubrirla, pero no la veía, o ¿no la reconocía? Ella le hubiera visto, aunque fuera entre una multitud, entre mil hombres, y en ese momento sintió un deseo irrefrenable de besarle. Se fue acercando a él, hizo un ademan de sorpresa cuando la vio, se acercó y la dio un beso en la mejilla, era la primera vez que lo hacía, siempre, aun pasando tiempo desde la última vez que se vieran, que era un hecho constante, se lo había dado en los labios, preludio de otros besos intensos, frescos que ahora añoraba, pero seguía siendo el mismo adulador de siempre, diciéndola lo guapa que estaba.

Tomaron un café en la barra y prefirieron caminar por la orilla del mar  en vez de sentarse en la terraza, era muy temprano y el día era claro, la playa salvaje, de arena y guijarros  estaba desierta, nadie iba hacia aquella zona que terminaba en una playa nudista.
Hablaban pisándose las palabras, querían darse toda la información de la vida que cada uno había llevado en tantos años en los que por lo que se contaban habían estado muy cerca uno del otro, pero el destino no los había dejado coincidir, por un día, una hora o quizá solo un minuto.

Y allí estaban, callados, sentados en una duna, detrás de unas rocas, sintiéndose, pero sin atreverse ninguno a dar el paso, aun flotando en el ambiente el deseo.
No podía dejar pasar una vez más el momento y le puso descuidadamente la mano en el muslo, fue el detonante para que suavemente la echara sobre la arena a la vez que la besaba con labios frescos, los mismo que había mantenido en el recuerdo, los labios que la besaban cada noche en sus sueños. Ella le devolvió todos y cada uno de esos besos que durante años había atesorado y que eran solo de él. Noto su mano de dedos finos y largos acariciar en suaves círculos su sexo, y sus labios fueron bajando hacia sus senos que gemían de placer. Con la piel sedienta de sus besos se enredaron por los muslos al éxtasis del deseo que hizo cabalgar los sentimientos dejando una huella de placer a la intemperie de las brumas de la mañana y bañados por el agua salada del mar. 

Las cuatro horas parecieron unos pocos  minutos, pero una vez más llegaba el momento del adiós, desandaron el camino como si no hubiera un final, dejaron atesorada, guardada su pasión en la orilla de la playa, entre las ruinas clavadas en la arena y bañadas por las olas, vigilantes  durante siglos de los amores imposibles, andaban por la orilla, entre la arena,  los guijarros y los troncos carcomidos que el mar había devuelto,  habían aprobado  la asignatura pendiente que desde hacía años llevaba en los sueños que al fin se hacen realidad.
Pero siempre hay una última oportunidad, para volver a soñar.

Fue un bonito encuentro estival, pero el reloj corre en contra nuestra y a estas alturas de la edad, a una velocidad de vértigo. ¿Tres años ya? ¿No fue ayer? No, el sonido del reloj solo nos deja bellos recuerdos prendidos en la mente que nos acompañan por el camino, mientras las agujas siguen su carrera tic tac tic tac.Estherrm
2018





💞💞💞



Amor de una Vida


En una cálida tarde de  otoño como cada año se sentaba en el camino, eran las 7:57 p.m estaba a punto de pasar el tren que año tras año ese mismo día entraba siempre puntual en la vieja estación a las 8:00 p.m. Un año mas... cuantos habían pasado desde que en ese mismo sitio del camino le dijo "volveré justo dentro de un año en este mismo tren" y ya no nos separaremos, seremos uno solo, tu, yo, nuestro amor. Se abrazaron hasta fundirse en un solo cuerpo, y allí mismo la poseyó. Con ese recuerdo grabado en su mente cada año se acicalaba, se ponía sus mejores ropas que guardaba para la ocasión, cogía su bicicleta y se dirigía hacía la última curva de  la vía antes de llegar al pueblo. Habían pasado  uno, dos, tres.., ¿cuantos ya?, perdió la cuenta, pero siguió cada año el mismo día y a la misma hora yendo a aquel sitio del camino para ver  pasar el tren donde ella debía volver. Este año no sabía porque, era diferente, cuando el tren pasó, no la vio asomada a la ventana como dijeron que seria, pero allí estaba, la sentía, sabia que su amada iba en ese tren, se atrevía a decir que hasta olía su aroma limpio a jabón de olor. Cogió su bicicleta y pedaleo rápidamente hacia la estación, el corazón se le salía del pecho, la volvería a ver, a tenerla entre sus brazos, tenía muchas cosas que decirla después de una espera tan larga; le contaría entre sonrisas, como cada año que el tren pasaba y ella no estaba asomada a la ventana, se le encogía el corazón, y las lagrimas le llenaban los ojos, cayendo por sus mejillas sin poder hacer que los sollozos callaran. Hundido en sus pensamientos llego a la estación justo cuando la puerta del vagón se abría, por allí saldría..., y la vio, bajaba los dos peldaños, con la misma gracia de entonces, su pelo negro azabache al viento, su figura y..., se le borro la sonrisa del rostro, allí estaba, entre dos hombres, uno que podía doblarla la edad y otro algo mas joven que ella. Su mirada se dirigió a sus manos como si algo le atrajera, ¿que era lo que sujetaba tan suavemente  y con tanto cariño? De pronto la voz de ella rompió el silencio y la oyó decir: -ya estas donde querías mama, mi hermano y yo te lo prometimos y hemos cumplido tu deseo, aquí, en el lugar que tanto querías , en la ultima curva que hace el tren antes de su entrada en la estación, al lado del camino, descansaras en paz". Se quedo quieto, sin poder mover ni un solo músculo del cuerpo, su amada había vuelto, ya no volvería a esperar ese tren, pero tampoco la volvería a ver. Sus ojos estaban secos, como podía ser que no derramara ninguna lágrima, y pensó: se me agotaron en tantos años de espera. Cogió su bicicleta del manillar y andando pausadamente se encamino a su casa. Al pasar por la última curva, miro por última vez  aquel rincón del camino que no volvería a pisar. 

 


 

 















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